Reseña del libro "Adolescencia Cautiva: Narrativa"
El pequeño alicantino es internado en dependencias de la beneficencia pública, donde aprende todo tipo de anarquías. Durante el crecimiento encuentra morada en el calabozo del cuartel de la benemérita, y en los sótanos de la comisaría de la Policía Nacional. A pesar de la corta edad recibe encierro y reprimenda en la cárcel provisional del Castillo de Santa Bárbara, donde aderezan la picardía de niño desnutrido, huérfano y maltratado por la sociedad de su tiempo. El cuerpecillo del crío es de aspecto desequilibrado, pequeño, debilucho, de carácter vivaz, tunillo. Viste de harapos y propicia disgustos a comerciantes de mercados de pueblos y ciudades por donde su aventura libertaria le lleva, al azar del destino. Pese a ello no deja de ser un crío: una víctima más, consecuencia de un pasado sangriento, desprotegido y privado de fraternidad. No obstante, la hambruna le convierte en niño buscavidas de posguerra, sin obligaciones, viajero y raterillo, carente de hogar y de familia, acechado por uniformes de grises, por los tricornios, por las bandas de limpieza callejera, y por otros raterillos que le superan en edad y rebeldía. Desde la carencia de afectividad familiar y el desconocimiento de cualquier doctrina cívica sobrevive al abrigo de la calle, de los chinches y de los piojos de recintos carcelarios; desde donde protagoniza fugas insospechadas y rocambolescas, con objeto de alcanzar la conseguir la libertad y seguir subsistiendo a través de la hambruna y la pillería.